Emilio Herrera Linares (1879-1967), natural de Granada, fue
un destacado ingeniero militar, aviador y científico que está considerado el
inventor del primer traje espacial.
Al graduarse en 1903 solicita como primer destino la Escuela
Práctica de Aerostación, aprendiendo a manejar aerostatos y formando parte de
expediciones militares en estos aparatos por los cielos de África.
Se interesa en los aviones al asistir a una exhibición de
los hermanos Wright en Augsburgo. Tanto gustillo le coge a los aparatos que en
1914 es portada de los periódicos junto con el también militar José Ortiz
Echagüe al atravesar el estrecho de Gibraltar en avión.
Su actividad científica es frenética. Destacar que ayuda a
Juan de la Cierva en la invención de su autogiro, antecedente de los
helicópteros.
Cuando llega la República en 1931, siendo católico y
monárquico, tiene un conflicto moral de intereses entre su fidelidad al Rey
exiliado Alfonso XII y al pueblo español. El Rey lo resuelve liberándolo de su
compromiso en París, vuelve a España y jura fidelidad a la República. De tan
fuertes convicciones que en la Guerra Civil se mantiene fiel a la República
pese a sus principios conservadores e incluso llega a ser presidente del
Gobierno de la República española en el exilio.
Tras ser nombrado miembro de la Academia de Ciencias
presenta un proyecto de ascensión estratosférica en globo, que consta del
diseño de un globo que alcance los 26.000 metros de altitud y de un primer
traje espacial que contaba con micrófono, sistema de respiración antivapor,
termómetros, barómetros y varias herramientas para medir y recoger muestras.
Hablamos del año 1935. Unos años antes, en 1932, llega a esbozar cómo sería un
proyecto de viaje a la luna.
Varias décadas después, la NASA se basaría en sus estudios
para la elaboración de los trajes espaciales. Herrera rechazó una oferta para
trabajar con los norteamericanos, fuentes cercanas comentaron que se debió a la
negativa de éstos a abanderar el programa conjuntamente con la bandera
española. No sería la única oferta que rechazaría, antes también lo haría con
el gobierno de Hitler, que le ofreció trabajar en un laboratorio de Berlín
durante su exilio en Francia. Fueron tiempos en los que vivió humildemente junto a
su esposa gracias a sus derechos de varias patentes.
Aunque la muerte le alcanzó en el domicilio de su hijo en
Ginebra, sus restos descansan desde 1993 en el cementerio de Granada, donde fue
trasladado en medio de un gran homenaje.