Hoy en día, la palabra "lobo" queda inmediatamente asociada en nuestra cabeza a los personajes malvados de los cuentos infantiles. Este animal tiene asociada esa leyenda negra derivada de una interacción conflictiva con el hombre. Históricamente se le cita como un animal dañino porque no solo disminuía las cabezas de ganado, sino que se tienen registros de ataques a personas, sobre todo niños y mujeres. Los lobos, como devoradores de hombres, también seguían en manadas a los ejércitos, como en la guerra de independencia o la guerra civil, para alimentarse de los caídos.
También tenemos experiencias mucho más agradables, como la conocida de Marcos Rodríguez Pantoja, natural de un pueblecito de Sierra Morena, en cuyos montes fue abandonado con 7 años (1954) y criado durante doce en la única compañía de estos animales.
En cualquier caso, tendemos a asociar a los lobos con zonas de montaña, pero antiguamente podían encontrarse en abundancia en cualquier lugar de la geografía andaluza. Hay referencias de lobos criando en los alrededores de la ciudad de Sevilla a mediados del s. XIX.
Han sido muy abundantes desde la Edad Media, y ya desde entonces aparecen documentadas recompensas por su cabeza en multitud de ordenanzas municipales, así como la obligatoriedad de medidas de protección como llevar mastines con el ganado. La picaresca, tan española, daría lugar a paseos de un mismo cadáver por varios pueblos para tender la palma varias veces en lugar de solo una. Da idea de su gran población que en 1654 el Cabildo de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) ordenara talar el pinar de la Algaida por la gran cantidad de lobos que se cobijaban en él.
En el mapa puede observarse cómo se va reduciendo su distribución con el paso del tiempo y su persecución y aniquilamiento por parte del hombre y sus actividades.
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Las partidas para matanza de lobos eran muy habituales, así como las campañas de envenenamiento, cepos, trampas,... La disminución de grandes herbívoros salvajes llevaba a los lobos a buscar el ganado doméstico y, como consecuencia, aumentar su persecución. En algunos lugares, como la provincia de Almería, se habla de una "progresiva disminución de los animales dañinos" por el desarrollo de la industria minera en la sierra.
En la ciudad de Andújar (Jaén) se llegó a hacer un censo de cazadores y a obligarles a presentar un lobo anualmente bajo pena de multa.
La persecución del lobo llevó al hombre incluso a modificar el territorio. En 1731 el Concejo de Aracena concede una exención de diez años en las contribuciones de los vecinos que planten castaños en sus fincas para sustituir al matorral, “Porque dichos montes bajos sólo sirven para abrigo a lobos y otros animales muy dañosos" De manea similar se expresan en la sierra de Baza o en la desembocadura del Guadalquivir.
En la actualidad se encuentra en status de máxima protección, su caza está prohibida desde 1986. Pequeñas pero estables poblaciones sobreviven en Sierra Morena, en las provincias de Jaén y Córdoba. En Andalucía está catalogado como especie “En peligro crítico de extinción” y la administración autonómica abona los daños que pueda producir al ganado doméstico.
Para más información, recomendamos el libro "El lobo en Andalucía", de Víctor Gutiérrez.