Tras el golpe de estado que más tarde daría paso a la dictadura de Franco (mediados de julio de 1936), en Andalucía siguieron permaneciendo leales al Gobierno de la República: Almería, Jaén y Málaga.
La capital malagueña se convirtió en objetivo prioritario para los franquistas. Los bombardeos comenzaron en agosto y enseguida cayeron Archidona, Antequera y Ronda. Los miles de refugiados que huían de estas zonas llegaron a la capital hablando de terribles saqueos y asesinatos. Además, los franquistas utilizaron la radio como medio de guerra psicológica profiriendo amenazas:
Nuestros valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen
General Gonzalo Queipo de Llano desde Radio Sevilla
La defensa de Málaga se basaba en milicianos superados ampliamente en número, equipo y organización. La caída de la ciudad se preveía inevitable y la única vía de escape abierta era la carretera de Almería. Cuando las tropas franquistas y sus aliados italianos se encontraron en las proximidades, el domingo 7 de febrero de 1937, comenzó la denominada "desbandá". El pánico colectivo se apoderó de los ciudadanos, unos por temor a represalias por su implicación política o militar y la mayoría simplemente porque todo el mundo huía. El número de personas que salió en dirección a Almería se estima entre 100.000 y 150.000, en su mayor parte a pie, para tratar de recorrer más de 200 kilómetros.
Hacia las 2 de la tarde comienza el Éxodo desde Málaga. La carretera es un río de camiones, coches, mulas, carros, gentes asustadas que riñen entre ellas. Esta riada lo chupa y lo arrastra todo: civiles, milicianos desertores, el gobernador civil, algunos oficiales del Estado Mayor... (..) Nada, entonces, puede ya detener al río: fluye y fluye, y se alimenta sin cesar de los arroyos del miedo
Extracto del libro "Dialogue with the death" de Arthur Koestler, corresponsal del Daily Worker
Cuando la inmensa columna de refugiados llegó a la altura de Torre del Mar comenzaron los bombardeos desde mar y aire. Los refugiados fueron hostigados y masacrados, tuvieron dificultades para encontrar ayuda en las poblaciones del recorrido por temor a represalias. El mejor testimonio de esta masacre nos ha llegado del médico canadiense Norman Bethune y sus ayudantes. Norman se unió a las Brigadas Internacionales como voluntario sanitario. Al llegar noticias de la caída de Málaga fue desde Madrid a Almería y el 10 de febrero hizo el camino inverso hacia la marea humana con su ambulancia.
Lo que quiero contaros es lo que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos
Una muchedumbre de personas y animales ocupaba todo el ancho de la carretera (..) por ella serpenteaba una hilera de 30 kilómetros de seres humanos, como un gusano gigantesco con innumerables pies que levanta una nube de polvo que se extendía hasta más allá del horizonte. (..) Yacían hambrientos en los campos, atenazados, moviéndose solamente para mordisquear alguna hierba. Sedientos, descansando sobre las rocas o vagando temblorosos sin rumbo (...) Los muertos estaban esparcidos entre los enfermos con los ojos abiertos al sol
Una muchedumbre de personas y animales ocupaba todo el ancho de la carretera (..) por ella serpenteaba una hilera de 30 kilómetros de seres humanos, como un gusano gigantesco con innumerables pies que levanta una nube de polvo que se extendía hasta más allá del horizonte. (..) Yacían hambrientos en los campos, atenazados, moviéndose solamente para mordisquear alguna hierba. Sedientos, descansando sobre las rocas o vagando temblorosos sin rumbo (...) Los muertos estaban esparcidos entre los enfermos con los ojos abiertos al sol
Extractos de "El crimen de la carretera Málaga-Almería" de Norman Bethune
Descargó el equipo de la ambulancia y la utilizó durante cuatro días para transportar a los más débiles hasta Almería, sobre todo niños, llevando entre 30 y 40 personas en cada viaje.
También hubo muchos que decidieron volver a Málaga pero no corrieron mejor suerte. Entre 1937 y 1940 se fusiló a unas 20.000 personas.
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