sábado, 13 de septiembre de 2014

Andaluces ilustres: más fama que Pizarro en las Indias

Diego de Alvear y Ponce de León (1749-1830), natural de Montilla (Córdoba), fue un importante militar y político español.

Su abuelo, del mismo nombre, fue el fundador de la importante bodega Alvear en Montilla. Él, por su parte, cursó estudios con los jesuitas en Montilla y Granada e ingresó en la armada española en 1770. Cuatro años más tarde llegó a Rio de la Plata (actualmente divide Argentina y Uruguay) participando en la “Guerra de Sacramento” o “Expedición de Ceballos”, un conflicto colonial con Portugal que se resolvió a favor de España y estableció el virreinato del Río de la Plata. Allí vive durante casi treinta años, lo que le dio para casarse, tener nueve hijos y llegar a general. Además, participó en la delimitación de la frontera entre los territorios portugueses y españoles, al corresponderle el tramo de la zona de los ríos Paraná y Paraguay. Entre 1782 y 1800 estuvo levantando planos topográficos, haciendo estudios botánicos y elaborando informes sobre los indios tupís y guaranís.

Diego de Alvear

El 7 de agosto de 1804 embarcó junto con su familia en Montevideo con destino a Cádiz. En puerto cayó enfermo el segundo comandante de la flota compuesta por cuatro fragatas, así que Diego de Alvear tuvo que sustituirlo y trasladarse junto con su hijo Carlos María a la nave capitana, la Medea. Formaba parte de aquella flota la famosa fragata Nuestra Señora de las Mercedes, en sus bodegas transportaba la riqueza acumulada tras esos 30 años de servicio en el río de la Plata (hoy un tesoro recuperado y valorado en 373 millones de euros), así como a su esposa y el resto de sus hijos.

En la mañana del 5 de octubre de 1804, cerca de la costa portuguesa del Algarve, tuvo lugar la llamada Batalla del Cabo de Santa María. Un encontronazo con una flotilla de guerra inglesa que desembocó en un cañoneo que hundió a Nuestra Señora de las Mercedes, pese a que ambos países estaban en paz por el Tratado de Amiens (1802). Se hundieron más de 260 personas, entre los que estaban su mujer e hijos, salvo el que le acompañaba, así como todo su capital. Fue hecho prisionero y llevado a Inglaterra, aunque se le trató con privilegios y fue liberado un año después.

Se llevó consigo a una joven irlandesa, Luisa Ward, con la que contrajo segundas nupcias y tuvo siete hijos. Su siguiente destino fue Cádiz, donde tuvo a su cargo las unidades de artillería que defendían la ciudad. Organizó su defensa frente a los invasores franceses. Consiguió la rendición de una flota francesa internada en la bahía de Cádiz y organizó las milicias de Cádiz. Obtuvo reconocimiento a su labor con la Gran Cruz de San Hermenegildo y en 1810 fue nombrado gobernador político-militar de la Isla del León (San Fernando).

A esas alturas, era un hombre de una amplia cultura, conocía lenguas como el latín, inglés, francés, italiano, portugués, tupí y guaraní y tenía amplios conocimientos astronómicos y matemáticos.

Tras la Guerra de Independencia, se ve envuelto en las turbulencias de las luchas internas entre absolutistas y liberales. Pasa unos años en Inglaterra, vuelve a Montilla y al negocio familiar, contiene un intento de sublevación de los absolutistas en Córdoba en 1821 y, con la reinstauración del absolutismo en 1823, es detenido y puesto en libertad así como despojado y repuesto de títulos y honores en varias ocasiones.

Murió en Madrid el 15 de enero de 1830. El único superviviente de su primera mujer llegó a ser político argentino, así como su nieto y su bisnieto, Marcelo Torcuato de Alvear, presidente de Argentina entre 1922 y 1928.

El general Castaños, entonces uno de los regentes, solía decirle de modo amistoso:

Alvear, tiene Usted más fama aquí que Pizarro en las Indias

Para más información, recomendamos la novela "Las dos vidas del capitán", de Mari Pau Domínguez.

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